¡Qué alto estás! Me dice mi abuelo.
Llevándose los dedos al inicio de la frente.
Como queriendo saludar
a un teniente en una guerra.
Como tapándose del sol.
¡Qué alto estás! Me dice,
de pie, justo delante.
Comprueba las medidas. Le miro y se sonríe:
puesto de puntillas me llega al corazón.
NO HEMOS VUELTO
Hace 5 años