miércoles, 2 de noviembre de 2011

Otro

Mirá,
la cosa está en que no os decidís, un día
podéis ser un gorrión, incluso decir:
"De aquí a adelante toda mi vida voy a ser un gorrión"
el problema es que al día siguiente amanecéis marmota, o dinosaurio
y al día siguiente ave, gato, bicho…
o todo a la vez
y así es imposible amar a un hombre,
al menos por mucho tiempo,
o amarme a mí
que soy un dragón de Komodo.
O a veces un camello.
Un dragón de Komodo y a veces un camello.
Nada más.
Y no hay manera.

sábado, 29 de octubre de 2011

Otro

Me enamoré de una muchacha con la cabeza enorme.
¡No lo hagas!, gritaba, mi hermana desde su cuarto.
Me enamoré de una mujer de testa planetaria
que andaba tropezando con las ramas de los árboles.
Recuerdo que era gracioso caminar por la calle
de la mano de esa mujer y verla esquivar los pájaros,
las cuerdas de tender, los cuchicheos del barrio.
Esa mujer tenía una crisma de dirigible nazi.
Mis amigos sonreían al verme con ella.
Hablaban que era un asunto de tipo hormonal.
Pero yo amaba a esa mujer y la metía en mi cama,
le daba miles de vueltas para saber qué tenía.
En la nuez, por ejemplo, guardaba un laguito
repleto de agua de lluvia y de marineros de rin.
En sus labios se reunían a copular los gorriones.
Pero si había algo curioso es que en su oreja izquierda
no había orificio alguno por donde hablarle de más
ni huequito por donde echar las ideas al mundo,
los problemas que se le entraban y no sabían salir,
se quedaban se acumulaban como saquetes de grano
paquetes de palomitas la gente bramaba:
¡por los santos que esa muchacha tapaba el sol!
¡por amor de dios que a su sombra moría el ganado
los hijos del panadero el mayor del alcalde
que tuvo a muy bien echarla del valle en que mora
rodando hasta los suburbios de otra región ¡madre!
De esta tierra yo me voy por el viento que sopla.
¡Oh madre, oh madre!: Me voy del país.
Me marcho hasta las afueras montado en su frente.
Voy a pasarme la vida entera sacándole cosas.
Voy a quedarme toda la mundo mirando el fin
de su boca, sus dedos, salen animalitos
que brillan como su ser e iluminan la noche.

lunes, 4 de julio de 2011

Muchachos

Tengo alma y eso es algo.
Debajo de mi piel guardo un alud y una rana.
Muchachos entonces por qué me humilláis.
¿Por qué me humilláis a diario en esta ciudad? Decidme:
¿por qué me venís a hablar de la compota de fresas?
Yo no quiero hablar ya más del pelador de patatas,
del horror del trabajo y los muchos cilindros,
del tiempo en los confines del mundo en esta
ciudad donde las avispas y los amantes se muerden.
¡Oh chiquilla occipital que me regalas flyers!
¡Jovencito que me reparte una muestra para
que en mi piso a la noche hierva un cazo de pastas Maggi!
¡oh madre! ¡oh padre! ¿vosotros también?
¿Por qué no me hostigáis mejor con la piedra?
Alumno que me preguntas por la palabra “trato”,
¿por qué no mejor me vendes por el valor de una roca?
¿No valgo nada más?
¿No tenéis nada mejor que ofrecerme entonces?
¡Muchachos, venid! ¡Decidme algo raro!
En mi humilde buhardilla os ofrezco pastas.
Sería maravilloso escuchar por ejemplo
que en el vientre cada verano os germinan gigantes.
Que en la nuca os tiembla la luz como un millón de amapolas.
¿No habita en vuestro pecho un hermoso animal?
¿no amáis a algún muchachito a alguna mujer dorada?
Muchachos venid, decidme algo raro,
al menos esta vez o callad para siempre.
¡Demonios ya no digáis ni una sola palabra!
Caminad solamente, comprad tomate,
besaos, llorad. Seguid calle abajo.